viernes, 25 de abril de 2008

Tempos

“Há um tempo em que é preciso abandonar as roupas usadas que já têm a forma do nosso corpo e esquecer os nossos caminhos que nos levam sempre aos mesmos lugares. É o tempo da travessia… e se não ousarmos fazê-la, teremos ficado, para sempre, à margem de nós mesmos.”
Fernando Pessoa.

martes, 15 de abril de 2008

Sol de domingo


Domingo de sol e sol de domingo. Museo da Língua Portuguesa. Gilberto Freyre.

"Creio que cada um deve ficar o mais possível no lugar onde nasceu. Nada de muita emenda ao soneto da vida: ou do destino, que é o mesmo".

"Tempo morto e outros tempos", anotação de 1926.

sábado, 12 de abril de 2008

En un lugar de La Mancha...

A veces sería bueno ser caballero errante, y si la circunstancia es en el siglo XVII, mejor que mejor (por aquello del romanticismo, básicamente).
Aparecen en mi cabeza recurrentes imágenes alusivas a tan curioso personaje en los últimos tiempos. Esto hay que aprovecharlo, pensé.

Cabría a la sociedad actual una sátira similar, para que los nietos de los nietos de nuestros nietos tuviesen también un contrapunto en Lulas, Aznares, Grandes Hermanos, teléfonos móviles de última tecnología y Bushes de esos que aún sobran por ahí.

Pequeño homenaje.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordar-me, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: [...] los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.

miércoles, 9 de abril de 2008

La objetividad del periodismo

Si fuera objeto, sería objetivo; como soy sujeto, soy subjetivo.

Estirpes brasileñas

Ya había sido anunciado en su día que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra, ya sean conocidas como Buendía o como Cavalcante... El resultado es el mismo.
Sabia la madre de nuestro protagonista del día (intuyo yo), decidió asegurar la continuidad de la estirpe por la ciencia de la onomástica, que, de paso sea dicho, en Brasil tiene fervientes devotos.
Hay en este país unos pocos de nombres comunes y unos muchos inventados... Pero no, no se confien... No es la invención del Mara, en lugar de María (por aquello del esnobismo del momento)... Es la invención del Dosberto, dando continuidad al primogénito, que fue bautizado como Humberto.

Nuestro compañero de curso, llamado Josevalton y caracterizado por la calma aparente, escribió en papel discreto la lista de nombres de sus hermanos, después de mi inisistente curiosidad por llegar a concluir el motivo que llevó a unos progenitores a inventar tan peculiar nombre.

Si alguien tiene la maravillosa idea de exportarlos al otro lado del charco, que pague derechos de autor. Advertencia hecha.



1.- JOSEVALTON CAVALCANTE

2.- JOSE AILTON CAVALCANTE

3.- JOSAILTON CAVALCANTE

4.- JOSINALTON CAVALCANTE

5.- JOSAFÁ CAVALCANTE

6.- JAIDETE CAVALCANTE

7.- JOSINETE CAVALCANTE


Después de leída la lista, solicito un minuto de reflexión.